Reservar un fin de semana entero de la agenda. Alquilar una casa rural en Albacete. Madrugar poco antes del alba, cargar la cámara de fotos, y adentrarse en el campo en busca de combates entre la luz y la sombra, texturas insospechadas, formas de vida tímidas que esperan a descubrir su fotogenia natural,… Realizar fotografía en plena naturaleza es uno de los placeres más gratificantes de este bello arte. No obstante, además de la innegociable paciencia y pasión, exige conocer ciertos principios fundamentales con el fin de que resulte una experiencia enriquecedora y satisfactoria para el fotógrafo aficionado.
En primer lugar, hay que ser consciente de que, aunque quedarse entre las sábanas calentitas de la casa rural de Albacete es una tentación difícil de vencer, conviene madrugar para capturar las mejores imágenes del día. Y es que, junto con el atardecer, el amanecer presenta una de las oportunidades más preciosas para realizar fotografía a causa del especial ángulo de luz que el sol naciente proyecta sobre los objetos del campo, las insospechadas tonalidades y colores que va adquiriendo la luz a medida que el día se alza y las texturas que, en conjunto, se forman ante tal acontecimiento.
Una vez despierto y establecido en tu puesto de fotógrafo, conviene que uno no caiga en el síndrome de Stendhal, maravillándose por todo cuanto tiene alrededor. Es decir, que el fotógrafo ha de concentrarse e identificar un centro de interés concreto que, en cierto modo, “protagonice” su imagen. Una formación geológica de silueta insinuante, el tocón de un árbol centenario, un conjunto geométrico de sombras y surcos,… Un algo concreto que ha de permanecer dentro de la fotografía y llenarla de sentido. Del mismo modo, tampoco se debe de olvidar el horizonte a la hora de componer la imagen. Como indican las normas básicas de la técnica fotográfica, el horizonte debe aparecer nivelado y, por lo general, cumpliendo la regla de los tres tercios -ubicar el horizonte en la línea inferior, a 1/3 para darle prioridad al cielo o en la línea horizontal superior, a 2/3 para darle prioridad a la tierra-, sin que parta en dos la fotografía –a menos que el autor tenga una justificación concreta para ello-. No obstante, gracias a los programas informáticos de edición, el primer aspecto, el del nivelado del horizonte, puede ser fácilmente corregido variando posteriormente la inclinación de la imagen en el ordenador.
Si hablamos de horizonte, hablamos de cielo, sobre todo si nos referimos a amaneceres. En función de su aportación artística, se le ha de conceder mayor o menor espacio, siguiendo de nuevo esa regla fundamental de los tres tercios. Desde luego, en las fotografías de amanecer, el cielo henchido de colores sobrecogedores tenderá a ocupar dos tercios de la imagen, mientras que cuando avance la mañana, el fotógrafo podrá concentrarse en otras maravillas de la naturaleza que, poco a poco, ganen terreno hasta conquistar ese tercio extra que antes había sido propiedad del cielo.
Las líneas que aparezcan en el paisaje contribuirán también a dar forma a la composición, centrando el punto de interés, ofreciendo puntos de fuga concretos, armonizando el equilibrio de la imagen, calibrando sensación de profundidad y escala de tamaño, etcétera. O como simple centro de interés. De igual manera, capturar el movimiento puede ofrecer una sensación interesante de drama o de sugerencia instintiva que rompa con la quietud del alba o con el bucolismo propio del espacio campestre. El agua del río, el mecer de las ramas de los árboles, los movimientos de las criaturas,… son interesantes focos de atención que deben ser tenidos en cuenta por el fotógrafo, quien ha de apostar por velocidades de obturación baja para atraparlos. Esta decisión conlleva cerrar el diafragma para contrarrestar la cantidad de luz que penetra a través de objetivo y, en consecuencia, si se considera necesario, agregar algún tipo de filtro para matizar el impacto de la luz siempre que no nos encontremos en momentos de umbría al alba o al atardecer. La meteorología, por tanto, también desempeña un papel decisivo en la creación de texturas y en la influencia de la luz y la sombra sobre la composición. No se debe desdeñar las peculiaridades que ofrecen estados a priori poco amigables como la lluvia o la nieve.
Asimismo, uno de los rasgos esenciales de la fotografía de paisajes es el empleo de la profundidad de campo como elemento básico para mantener la nitidez en todo el conjunto de la foto. Para ello, es necesario cerrar el diafragma del objetivo de la cámara y controlar la distancia hiperfocal. Pero, por otro lado, este cierre del diafragma obligará a la cámara a utilizar tiempos de exposición más elevados de lo normal. Por lo tanto, acompañar el equipo fotográfico de la excursión de un trípode es un recurso imprescindible si se desea que las fotografías resultantes no salgan movidas. Si se carece de él, una solución improvisada aunque no tan satisfactoria de cara a las metas fijadas sería aumentar la apertura del diafragma o de la sensibilidad ISO –que, por el contrario, significa a su vez ceder espacio a la relación de ruido de la imagen-.