Yo siempre preferiré el diseño gráfico artesanal

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Hay algo que no cambia, por más que todo a nuestro alrededor esté cambiando a velocidad de vértigo. Por más herramientas nuevas que salgan cada mes, por más que la inteligencia artificial dibuje en segundos lo que a mí me llevaría horas, por más que me digan que ahora todo es más fácil, más rápido y más limpio… yo sigo cogiendo un lápiz y empiezo desde ahí.

Tengo 35 años y llevo más de media vida dibujando. Cuando empecé, el diseño gráfico artesanal todavía era la norma, o al menos una opción muy valorada. Hoy siento que los que seguimos apostando por el papel, los rotuladores, las acuarelas o los sprays, parecemos casi una especie en extinción. Pero no me da vergüenza decirlo: yo siempre preferiré el diseño gráfico artesanal. Lo prefiero porque tiene alma, porque es real, porque cada trazo tiene intención, y porque en ese proceso manual hay una conexión con lo que hago que no encuentro en lo digital.

 

No es que odie la tecnología, es que no me llena

Voy a ser sincero: sí, me da respeto lo que está pasando con la inteligencia artificial. No es miedo exactamente, pero sí una especie de incertidumbre rara, como cuando te das cuenta de que el sitio donde siempre te sentiste cómodo está cambiando tanto que ya no sabes si te pertenece.

La IA puede crear imágenes en segundos, sí. Y algunas son espectaculares. No lo niego. También hay pinceles digitales, efectos automáticos, bancos de vectores que lo hacen todo más rápido y más perfecto. Pero esa perfección me resulta un poco vacía.

He probado programas de diseño, tabletas gráficas, apps que convierten fotos en dibujos… y a nivel técnico funcionan muy bien. Pero no me siento parte de ese proceso. Es como si el trabajo lo hiciera otra cosa, no yo. En cambio, cuando dibujo a mano, cuando mancho la mesa, cuando afilo el lápiz, cuando me equivoco y tengo que rehacerlo todo… ahí estoy yo de verdad.

 

El valor de lo imperfecto

Una línea hecha a mano nunca es perfectamente recta, y eso es precisamente lo que me encanta. Las irregularidades no son errores: son huellas. Son las marcas del tiempo que le dedicaste, del cuidado que pusiste, de cómo estabas ese día. Hay gente que mira mis trabajos y dice “me gusta porque se nota que está hecho a mano”. Y yo creo que esa es la clave.

Cuando algo está hecho artesanalmente, se nota. No solo se ve, se siente. Puedes notar la presión del trazo, el cambio de color donde el pincel llevaba más o menos pintura, la textura del papel, incluso el ritmo con el que dibujaste. Ninguna IA puede imitar eso, porque no tiene cuerpo, ni errores, ni emoción.

No busco que todo me salga perfecto. Busco que lo que hago tenga intención, presencia, historia. A veces un fallo se convierte en el mejor detalle del dibujo. Eso no pasa cuando todo está programado para salir limpio.

 

Herramientas que me conectan con el proceso

Otra cosa que me encanta del diseño gráfico artesanal es que no dependes de una pantalla. Hay días que no quiero encender el ordenador. Solo quiero sentarme con mi cuaderno, una caja de colores y dejarme llevar. Y para eso, tengo ya mis materiales favoritos, los que me funcionan, los que nunca me fallan.

La vez que me puse en contacto con Artespray, una tienda online donde venden todo tipo de materiales, y le conté sobre mi trabajo, me dieron muy buenos consejos sobre qué tipo de materiales usar según el efecto que quisiera lograr. Y, la verdad, es que los he usado desde entonces y me han dado muy buenos resultados.

Si lo que buscas es hacer diseños potentes sin tecnología, estos son los materiales que mejor resultado me han dado:

  1. Rotuladores con base de alcohol

Ideales para ilustraciones con colores sólidos e intensos. Se mezclan muy bien entre sí y no dejan marcas de paso como los de base de agua. Ellos recomiendan algunos con doble punta (fina y biselada), y son perfectos para trabajar desde detalles hasta trazos grandes.

  1. Sprays de pintura acrílica

Con estos se pueden hacer trabajos muy llamativos, fondos con textura, degradados y hasta plantillas. Hay quienes creen que los sprays son solo para grafitis, pero usados con criterio dan resultados impresionantes incluso en piezas pequeñas o en papel.

  1. Papeles de alto gramaje

No todos los papeles valen. Para acuarelas, tintas o sprays necesitas gramajes altos y buena absorción. En la web te orientan muy bien sobre qué tipo de papel usar según la técnica: rugoso para acuarela, satinado para rotuladores, etc. El papel puede cambiarlo todo.

  1. Lápices de colores profesionales

No tienen nada que ver con los escolares. Los buenos lápices tienen pigmentos intensos, se mezclan bien entre capas y duran muchísimo. Suelo combinarlos con tinta para resaltar contornos o dar volumen.

  1. Acrílicos de tubo y pinceles gruesos

Cuando quiero pintar a lo grande o hacer carteles, los acrílicos siguen siendo mis favoritos. Se secan rápido, cubren bien y permiten muchas capas. A veces combino pinceles con espátulas para lograr texturas más vivas.

  1. Plantillas y máscaras caseras

Un recurso que usaban mucho antes y que yo he recuperado: cortar tus propias plantillas. Puede ser un dibujo repetitivo, una letra, una forma geométrica. Usarlas con spray o pincel seco da un aire muy auténtico y artesanal al diseño.

 

Trabajar con las manos te cambia el ritmo

Dibujar a mano me hace ir más lento, y eso me viene bien. No tengo que seguir el ritmo acelerado de los timelines ni responder a la inmediatez de los likes. Puedo tardar dos días en una pieza, y eso me permite pensar, corregir, mejorar.

He trabajado para clientes que valoran este proceso, que entienden que lo hecho a mano lleva más tiempo pero también tiene más valor. Y eso me reconcilia con lo que hago. Porque no se trata solo de producir: se trata de crear. Y para crear algo que realmente diga algo, hace falta más que velocidad.

Trabajando con las manos conecto con mi oficio, con mi yo adolescente que se pasaba horas dibujando sin mirar el reloj. Y también con una comunidad de artistas que, como yo, sigue creyendo que la tecnología no tiene por qué sustituir todo, sino que a veces conviene apartarla un rato y volver al origen.

 

Los riesgos de normalizar lo digital como única vía

No estoy en contra de lo digital. He usado herramientas que me han servido para montar portafolios, para editar colores, incluso para retocar cosas. Pero lo que me da miedo es que la industria del diseño se vuelva exclusivamente digital. Que las escuelas dejen de enseñar dibujo a mano. Que los nuevos artistas no aprendan a equivocarse sobre el papel.

La tecnología es útil, claro. Pero también es cómoda, y a veces esa comodidad hace que se pierda el gusto por el proceso. He conocido a diseñadores jóvenes que nunca han usado tinta china, que no saben cómo preparar una acuarela, que no tienen ni un cuaderno de bocetos. No porque no quieran, sino porque nadie se los ha mostrado.

Y eso me entristece. Porque perder el vínculo con lo manual es perder parte del alma del diseño. Dejar de mancharte las manos es, en cierto modo, alejarte de lo que significa la creación física, algo mucho más intenso que solo la sensación de proceso mental que te da la digital.

 

¿Se puede vivir del diseño artesanal?

Sí, se puede. Pero no es fácil. Requiere tiempo, constancia y encontrar el público adecuado. Yo he vendido ilustraciones originales, he hecho carteles para conciertos, murales, portadas de discos y hasta packaging a mano. Cada proyecto requiere más trabajo, pero también te da más satisfacción.

Internet ayuda. Aunque el diseño sea artesanal, puedes mostrarlo al mundo a través de redes, portafolios digitales o ferias. Hay gente que busca justo eso: cosas únicas, hechas sin filtros, sin plantillas. Y ahí hay mercado.

No te voy a engañar: también he tenido que adaptarme un poco. Escaneo mis trabajos, los edito para impresión, a veces los digitalizo si el cliente lo necesita. Pero el origen siempre es manual. Y eso no pienso cambiarlo.

 

Volver a lo real, aunque sea más lento

Cada vez que me enfrento a una hoja en blanco, sé que podría hacer lo mismo en una pantalla y acabar en menos tiempo. Pero también sé que no sentiría lo mismo. No tendría esa mezcla de ansiedad y entusiasmo que me da empezar desde cero con los dedos, no con un clic.

Sé que lo que digo puede sonar raro en 2025. Que mientras escribo esto, hay programas generando diseños en segundos, hay apps que corrigen colores solas y hay algoritmos que predicen lo que va a gustar. Pero todo eso me resbala un poco.

Porque cuando dibujo a mano, todo depende de mí. No hay IA, no hay plugins, no hay inteligencia que reemplace la intención de un trazo. Y eso me basta para seguir creyendo en lo artesanal.

 

Seguir creando con las manos es una decisión personal

Podría adaptarme del todo. Podría dejar de comprar materiales y trabajar solo con un iPad. Podría automatizar mi proceso, ahorrar tiempo y quizás ganar más. Pero perdería algo que no estoy dispuesto a sacrificar: la conexión con lo que hago… a mí mismo.

Prefiero tardar más, equivocarme, empezar de nuevo. Prefiero la textura del papel, el sonido del lápiz, el olor de la tinta. Prefiero seguir sintiendo que cada trazo me pertenece.

Mientras pueda elegir, voy a seguir apostando por el diseño gráfico artesanal. Porque me representa, porque me conecta con lo que soy, y porque sigue siendo, para mí, la forma más auténtica de crear.

Y si tú también sientes algo parecido, te invito a no soltar el lápiz. A probar materiales nuevos, a volver a lo básico, a ensuciarte las manos. Quizás tardes más. Quizás no sea perfecto. Pero va a ser tuyo. Y eso, hoy más que nunca, tiene un valor enorme.

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